Cuando llegan estos días tan cercanos a la navidad, empiezo a percibir a mi alrededor cierto alboroto provocado por la proximidad de estas fechas. Pensamos ya en los preparativos familiares, con quién pasaremos la noche buena o fin de año, los regalos de los niños, las visitas a los amigos… un sinfín de cosillas que hacen incluso que nos “olvidemos” de los pequeños problemas cotidianos.
Esta mañana de camino al trabajo pensando en mis cosas, a la vez que escuchaba la radio, el locutor dijo: “Lotería de Navidad” y ya se me encendieron por lo menos cuatro bombillitas en mi cabeza que me trasladaron durante los 40 minutos de mi recorrido a un universo de sueños y fantasías cargado de ilusiones. En tres minutos ya había decidido que por lo menos me gastaría 200 euros en lotería, cosa impensable para mi, porque a lo que me limito es a comprar pequeñas participaciones, pero pensé que con semejante gasto, casi tenía asegurado un premio. Ilusa de mi!!!!
En fin, un pensamiento me llevo a otro, y otro pensamiento me llevó a otro muy distinto y así hasta que me percaté de que estaba próxima la Cena de Navidad de Empresa.
Durante toda mi vida laboral, siempre he disfrutado este tipo de acontecimientos, sobre todo por la de cotilleos que se generan entorno a este evento. Los lunes post cena son bestiales, algunos entran por la ofi con la sonrisa en la cara y otros agachando la cabeza. Y me llamaréis cotilla, pero yo creo que es una de las cosas que dan vidilla a nuestras relaciones profesionales y nuestra rutina diaria. Quién no ha entrado por la puerta diciendo, “ Tengo un Cotilleo”…
Pues bien, no siempre las cenas de navidad son lo que parecen, porque en ocasiones no nos apetece asistir, bien porque no nos llevamos con nuestro compañero, porque nuestro jefe es imposible… ¿Qué hacemos entonces en estos casos? Metemos estómago, sonreímos y a ver que pasa, o decimos un “no quiero ir” rotundo sin importarnos lo que piensen los demás…
Llegados a este punto nos empezamos a estresar y surge el típico conflicto interno difícil de resolver.
¿Qué es lo que debemos hacer en estos casos? ¿Es más importante sentirnos bien, o complacer a nuestro jefe? ¿Debemos aguantar a ese compañero que nos está amargando la existencia? Muchas preguntas, quizá sin respuesta...
Cuéntanoslo!
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